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martes, 20 de marzo de 2012

El euro no es salvado.doc

¡No, el euro no es salvado!

Publicado en  www.monde.fr el 19.03.2012
  • Gérard Lafay, profesor emérito en la universidad Panthéon-Assas,  
  • Jacques Sapir, director de estudios en el EHESS, 
  • Philippe Villin, ex-director del Figaro
Al final de 2011, la crisis del euro se acentuaba hasta tal punto que algunos preveían que no pasaría Navidad. Para evitar un estallido desordenado, hemos nosotros mismos preconizado, con una docena de otros economistas, de proceder a un desmontaje concertado. Ahora bien, desde el comienzo del año 2012, la crisis aguda del euro parece apaciguarse. Pero el euro no es salvado sin embargo.

LOS FACTORES DE ESTABILIZACIÓN

Dos elementos nuevos han intervenidos. En primer lugar, el advenimiento de Mario Draghi al frente del Banco Central europeo (BCE), en lugar de Jean-Claude Trichet, se ha traducido por un brusco cambio de estrategia. Mientras que los estatutos de la BCE, desprendiendo del tratado de Maastricht, le prohibían la financiación de las deudas públicas de los Estados de la zona euro, una vía lateral jurídicamente y políticamente dudosa ha sido encontrada: los financiar indirectamente pasando por el intermediario de los bancos comerciales. Es un paso más hacia el federalismo furtivo, sin voto de los ciudadanos. Los bancos italianos y españoles se han debido prestar al juego y tragar las emisiones de deudas soberanas de sus Estados respectivos. En principio, las autoridades alemanas, guardianas de la ortodoxia, habrían debido se allí oponer. Ahora bien han consentido en ello a cambio del segundo cartero de estabilización, el del refuerzo de la austeridad presupuestaria que va a ser sellada en un nuevo tratado.
Visto por el folgo alemán, la profundización de la unión política no aborda de frente la cuestión de la Europa federal: consiste solamente en crear una Europa sin otra perspectiva que el rigor, una clase Europa al garrote, dónde los países que no serían virtuosos serían puestos bajo tutela. Ángela Merkel toma así el riesgo inmenso e insensato de resucitar la germanofobia. Se ha visto en la obra con el caso de la Grecia, que no ha podido evitar temporalmente un defecto, combinado con una probable sacada del euro, más que a cambio de un rigor drástico y de un abandono de su soberanía. El odio del alemán podría bien volverse una enfermedad contagiosa.
Para las clases dirigentes de los otros países, sometidas a la arrogancia del folgo, no cuestión de sacar la Europa de la estrategia de deflación debida a un euro demasiado caro y a políticas por todas partes restrictivas. ¡Todavía más Maastricht para el único provecho a corto plazo de las exportaciones y de los jubilados alemanes! Es el precio el que pagamos para una moneda única sin mecanismos de transferencias.

UNA TREGUA TEMPORAL

Estos factores actuales de estabilización no son sin embargo susceptibles de ofrecer al euro que una tregua ilusoria de algunos meses. En efecto, la zona primaria del euro no constituía lo que se llama una "zona monetaria óptima". La riqueza se imanta en las regiones más competitivas mientras que las regiones débiles son arruinadas progresivamente; sus habitantes deberán emigrar hacia estas regiones ricas, y en contrapartida se necesitarían importantes transferencias para la supervivencia de las otras regiones. Maastricht ha arruinado Europa del Sur y debilitado la Francia y l'¡Italia!
Pensamos que no se puede hacer funcionar una zona monetaria unificada sin la dotar de uno poder político central, que levanta el impuesto y que organiza las transferencias importantes que son indispensables entre regiones ricas y regiones pobres (y este mismo si éramos y permanecemos hostiles a tal proyecto federal).
Este proyecto federal hubo sido puesto en lugar, se habría podido por lo menos organizar un reequilibrado. ¡Pero los dados eran trucados desde el tratado de Maastricht! Los alemanes no habían aceptado la unión monetaria más que prohibiendo la unión de transferencias. Peor todavía, este tratado le fijaba a la BCE un solo objetivo: la estabilidad monetaria, y no, como para la Reserva federal, un equilibrio entre la investigación del crecimiento y la lucha contra la inflación. Veinte años después, el resultado es un euro demasiado caro que ha hecho anémico el crecimiento económico en general de la zona; los productos de la Europa del Norte han invadido las del Sur y del Centro, y la crisis presupuestaria fuera de región Norte es ampliamente la consecuencia de la pérdida de competitividad, que ha arruinado sus economías.
Hoy, incluso si los idolatras del euro reconocen finalmente el no-funcionamiento del euro, niegan de ver la realidad, continuando a negar que exista un enorme problema de competitividad intraeuropea. La Europa del Sur, empezando por la Grecia, pero también el Portugal, España, Italia y Francia, ha visto su competitividad degradarse dentro de Europa. El caso de la industria automóvil francés que corre a su pérdida, por falta de devaluación, cara a la competitividad alemana es elocuente. Ahora bien, el único ajuste propuesto es la deflación, pues el paro, que supera de ahora en adelante los 23 % en España y 21 % en Grecia, entonces que solas las devaluaciones diferentes para cada país podrían ajustar el problema por recuperación del crecimiento.

EL EMPEÑO TERAPÉUTICO

La muerte del euro era inscrita en sus estructuras; lo es de ahora en adelante en las políticas llevadas. Si el folgo alemán quería de forma seria salvar el euro, sería necesario que pida a su pueblo su acuerdo para una Europa de las transferencias. Sabemos por adelantado que la respuesta a esta cuestión sería negativa, sobre todo debido a los centenares de mil millones de euros a transferir de manera recurrente... La política de deflación que uno nos propone va agravar la crisis y la hacer todavía más cruel. Las terribles medidas de deflación que se imponen provocan por todas partes - en Grecia, al Portugal, en España pero también en Italia, en Bélgica y pronto en Francia - una fuerte contracción del PIB. Esta última va mecánicamente engendrar una contracción todavía más fuerte de las recaudaciones fiscales. El déficit presupuestario que se había creído resolver cortando los gastos va a reaparecer por la desaparición de las recaudaciones.
No hay pues medio de salvar el euro. Se tiene que abreviar por consiguiente "el euro-agonía" interrumpiendo el proceso actual, o bien por un desmontaje voluntario y decidido en común, o bien por un proceso imprevisible de salidas individuales. Tal es la elección que nos ha ofrecido. Cada uno debe retomar su moneda antes de que un hundimiento del conjunto de las economías lo lleve todo. Es el único medio de encontrar la competitividad y el crecimiento económico, y por tanto de restablecer el equilibrio presupuestario de los diferentes países de la zona euro.
En este contexto, Francia debe resistir a la funesta tentación tecnocrática de nosotros hacer unir un "Euro-Mark" todavía más caro que el "Euro-Trichet", lo que tendría el doble efecto de acabar de arruinarnos muy rápidamente y de hacer de nosotros la más pobre de las provincias alemanas, habiendo perdido lo y lo que es más todo poder de decisión.